agosto 05, 2008

Esperanza

Hoy siento que la esperanza para el cristiano, es como la cuerda del equilibrista.
Anclada en el pasado y las certezas de su propia vida, se proyecta en tensión indefinida hacia un futuro que no conoce pero en el cual confía.
Va de la certeza a la promesa.
De un extremo al otro.
De lo conocido a lo desconocido.
Nosotros, sobre ella, caminamos intentando mantener el equilibrio para avanzar lo más rápido posible hacia la meta.
En el mientras tanto alternativamente caemos víctimas de un mal paso o bajamos a descansar; con suerte, un poco y un poco.
Si perdiéramos uno de los dos amarres de los extremos, historia o promesa, la cuerda también perdería su tensión y quedaríamos entonces recluidos a vivir una existencia que sólo tendría sabor a presente. Por eso, perder la esperanza nos lleva casi irremediablemente a perder el sentido de la vida.
Quizás, el secreto sea lograr siempre fortalecer los amarres: gratitud y fe.
Ambos son Gracia y búsqueda.
Si estoy caído, ambos tengo que revisar a la hora de intentar volver a caminar.
En eso ando.
Amén

julio 31, 2008

Buscadores de recursos

Pensar en una caridad transformadora exige creatividad y fidelidad al Evangelio y la misión.
La comunión cristiana de bienes, amen de ser mandato para todos los creyentes, es en si misma un modo concreto y tangible de hacer visible el Reino anunciado por Jesús como promesa y presente.

En sí, lo que se pone en juego son los dones.

Al igual que esa tarde en la montaña, cuando, frente a una multitud que lo seguía, Jesús dijo a sus amigos: “denles ustedes de comer” (Mc 6,37) y, milagrosamente, cinco panes y dos pescados fueron banquete para miles.
El milagro exige entrega, aceptación y sacrificio.
El milagro siempre requiere también una fe profunda y una humildad enorme, porque lo que nos pide Jesús es que pongamos de lo nuestro, venciendo nuestra vergüenza y el miedo a que no alcance, para poder alimentar la multitud.

Cuando desde algún espacio de la Iglesia salimos a buscar recursos, tenemos la oportunidad siempre única de ser actores y participes directos de ese momento que se repite cada vez que nos encontramos frente a la necesidad concreta del otro.

Somos nosotros hoy los que tenemos que llevar al mundo este mensaje y hacerlo, de modo tal que, cada persona que preste ayuda, cada benefactor, cada colaborador sienta que, su ayuda, poca o mucha, sencilla o enorme, fundamental o tímida, es uno de esos panes y uno de esos pescados que alimentaron a los hambrientos y lo que es mejor, les dieron la oportunidad de reponer sus fuerzas para escuchar un mensaje que fue, es y será, verdadera comida y verdadera bebida para ellos.

Así, si revisamos nuestras obras, veremos que muchos son los que colaboran y quizás, pocos los que se sienten partícipes del milagro, que no es lo mismo que saberse responsables socialmente, ni comprometidos con el prójimo; no, partícipes del milagro es muchísimo más que eso. Por intentar decirlo de un modo sencillo, a la responsabilidad social le corresponde la salud o la educación; al milagro, la alegría, la esperanza, la dignidad reconocida, la paz.

Llevamos, sin darnos cuenta, en nuestras carpetas de presentación, contenida la esencia de la Buena Noticia; extracto de Evangelio plagado de milagros, signos y prodigios. Voces, sonrisas, sueños, futuros, de quienes hasta ayer, parecía ya no tener nada que esperar.

Llevamos, necesidades, pedidos y números, y también y fundamentalmente, el frío de la cruz, el llanto de María, la bronca de Pedro, la preocupación de José, la alegría de Magdalena, la sorpresa de Nicodemo, y el testimonio de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que del mejor modo en que pueden hacerlo, nos cuentan porque todavía tienen ganas de seguir adelante pese a todo. Llevamos grito y lágrimas del Jesús de hoy, de los enésimos mudos en los que Él sigue siendo a la vez, incomprendido y Salvador. Canto y llanto. Voz y silencio.

Muchos, sin todo esto, que nosotros palpamos y vivimos día a día, jamás lo van a descubrir.

El mundo de las oportunidades, si no escucha este anuncio de primer agua, seguramente seguirá pensando que es historia, mito, creencia nomás. Que el mandato de Jesús es solo para el domingo, y la caridad, simplemente limosna y no Amor.
Contarle al mundo que dar es amar es nuestra misión.
Decirle al mundo que, pese a lo duro que se le haya puesto el cuero, todavía puede vibrar con lo sensible, y que sentir lo llevará a la verdadera plenitud, es una novedad obligatoria que debemos comunicar.
Hacer ver lo invisible, escuchar lo inaudible, temblar con lo insoportable, valorar lo ínfimo, es hacer carne la misericordia de Dios, porque permite al otro también, comenzar su propio camino de conversión.

No llevamos nada más que necesidades y pedidos al mundo de las oportunidades; llevamos la verdadera oportunidad al mundo para que se convierta en un lugar en el que a todos nos haga felices vivir.

Vamos, a veces tímidamente a pedir recursos pero no nos damos cuenta que llevamos en las manos un tesoro. Uno tal que, como cuenta Jesús, puede ser tan impactante para algunos que los mueva a vender todo para poderlo obtener (Mt 13, 44-52).

En ambas márgenes hay necesidades urgentes: en ambas sedientos, hambrientos, desnudos, paralíticos, ciegos, leprosos, sordos, mudos...muertos. Distintos, sí, bien distintos pero todos necesitados y necesarios. Ninguno descartable. Ninguno imperdonable ni irredimible. Ninguno incurable.
Nosotros, quienes navegamos por el gran río, yendo de un margen al otro, tenemos la gran misión por cumplir.

Que los tecnócratas de los mercados se ocupen de explicar los beneficios directos e indirectos que proporcionará a las empresas incorporar a sus políticas dinámicas destinadas a promover organizacionalmente la cultura de la responsabilidad social empresaria. Nosotros, los cristianos, testigos del milagro, ayudemos a los hombres encerrados en esas marañas paralizantes, simplemente a amar y poner sus dones en juego, y si ese don es, la capacidad de generar riquezas, pues bien, que sea ese su aporte a la obra, no ya como simple aporte en metálico, sino lo que es mejor, como participación concreta, directa, activa; mano que también acaricia desde donde puede acariciar.

Madre Teresa, en un acto supremo de generosidad para con el hombre, varias veces dijo que hay que dar hasta que duela. Ella, santa, se ve que tenía que dar mucho mucho hasta sentir dolor; estaba tan entrenada que solo después de dar, dar y dar, comenzaba a padecer el cansancio. A muchos de los que estamos del lado del margen "bueno", no nos pasa lo mismo. A fuerza de poca práctica, ni bien damos un poquito ya sentimos el tirón. Quizás sea el momento de cambiar la frase por un tiempo, e invitar a dar hasta que sintamos que se hizo justicia, y para eso, lo que hay que entrenar es el corazón.

Llevemos, desde las mesas y los pupitres de nuestras queridas obras esa luz que nos enciende y guía.

Llevémosla bien en alto, porque en el otro lado, en ese que parece tener todo resuelto, allí, se consume mucha energía pero no siempre se ve con claridad.

Confiemos en el plan de Jesús, que se valió de los sencillos para llevar la Buena Noticia.
Quizás así, verdaderamente el mundo cambie.
Lo demás, todo lo demás, se dará por añadidura.

mayo 26, 2008

Sin hogar

Jesús pobre, que viviste soledad, abandono, violencia, maltrato, injusticia; que sufriste sed, hambre, fío y calor; que padeciste la intemperie y caminando llagaste tus pies. Que fuiste perseguido y humillado, calumniado y agredido, traicionado y despreciado, Jesús pobre, sólo vos podés comprender el dolor profundo de las heridas abiertas de nuestros hermanas y hermanos que viven en situación de calle.

Jesús bueno, enseñanos a encarnar la verdadera misericordia para que a tu imagen, tengamos siempre las mesas tendidas, las puertas abiertas y el corazón dispuesto para recibir, contener y ayudar a tus hermanos que, más allá de aciertos o errores, hoy padecen la más horrenda de las penas: la exclusión total.

Que tu Cuerpo y tu Sangre nos transformen para poder verlos como tus Bienaventurados, aquellos por los que diste todo. Aquellos por los que también hoy nosotros deberíamos dar todo, para que termine el dolor; para que vuelvan a la vida.
Jesús pobre, curá sus heridas, dales tu paz.
Amén

mayo 19, 2008

Santísima Trinidad: rezando el misterio.

Los misterios de Dios no se pueden comprender; intentarlo, nos haría perder la gracia de vivirlos y es precisamente esa, la que nuestro Padre nos regala para que podamos experimentar en carne propia su presencia.

Vivir los misterios es participar de los misterios, y si lo analizamos un poco, justamente los misterios vividos son los que nos aportan esas dosis impresionantes de ganas, alegría y esperanza.

Un niño que nace, la inmensidad, potencia y exhuberancia de la naturaleza, el amor incomprensible, la fidelidad, la amistad, el perdón… situaciones, lugares y experiencias misteriosas pero de efectos concretos.

Desde este lugar me gusta rezar la Trinidad; desde el rinconcito sencillo en el que intento descubrir qué nos quiso decir Jesús cuando habló de Padre, Hijo y Espíritu Santo; cuando nos trababa la mente y abría el corazón contando acerca de que su Padre está en Él y El en el Padre y que si nos entregamos, ambos estarán en nosotros y nosotros en Él, y no nos dejará solos y seremos uno siendo comunidad, y presencia, y ¡cuántas cosas más! Confusas y dulces… misteriosas.

Jesús nos muestra un Dios comunidad, sin duda. Uno que no se agota en una imagen o una figura o una persona. Uno abarcativo, envolvente, presente desde el principio y certeza hasta el fin. Uno que crea todo lo creado, que se expresa en las maravillas de la creación pero que no las abandona. Uno que, apuesta por el hombre y lo acepta tal como él elige ser, pero no cesa de proponerle la verdad verdadera para que sea realmente libre. Uno que, en su capricho de amor, incluso se compromete con la humanidad haciéndose humanidad pura pero auténtica con todas las consecuencias que implica y que, juega esa humanidad hasta el límite último de la coherencia. Uno que, venciendo al peor de los flagelos, nos enseña a divinizarnos y nos acompaña, inspira e instruye para que también nosotros, podamos decirle a la muerte que no tiene la última palabra.

Uno y trino.
Tres

Dios sobre nosotros. Sobre, antes, durante y después: siempre.
Dios creador, dador, omnipotente. El Dios de las inmensas maravillas y las microscópicas perfecciones. Aquél que es en todo y se revela en todo. El inexplicable, incomprensible, impensable. El del amor y el perdón infinito. El paciente. El exigente. El incondicional. El padre.

Dios entre nosotros. Nacido de mujer; criado como niño, amado, educado, corregido, guiado como niño. Hombre que vive su vida como hombre y muestra que humanidad y divinidad no son cosas opuestas sino todo lo contrario: inseparables. Dios que, desde la humanidad muestra en ejemplos concretos sus preferencias, que enseña el valor de las palabras haciéndolas sonar como Palabras. Pobre, misericordia, amor, entrega, paz, compartir, incluir, justicia, en boca de Jesús se hacen camino, verdad y vida. Verdadero Dios y verdadero hombre que nos organiza de modo tal que, siempre, esa presencia suya sea verdadera presencia, palpable, tangible. Presencia que desde su existencia, considera imprescindible para que no volvamos a perdernos. El Hijo.

Dios en nosotros. Promesa cumplida. Misterio también del misterio que anida en nuestro corazón para impulsarnos y animarnos cuando la humanidad nos abruma la divinidad. Mediador, consuelo, fuerza vital. Sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Dios en nosotros guiándonos para ser el hombre que Él creo: imagen y semejanza suya. El Espíritu.

Sobre, entre, en.
Tres palabras que me comprometen a adentrarme en el misterio y encenderme con él. Vocación del Creador por convidarnos la Creación siempre inacabada y siempre necesitada de trabajadores. Vocación de Dios de hacernos comunidad dando, como siempre, el primer paso.

Y por aquí vamos.
Tratando de unir estas tres coordenadas que, cuando se juntan, hacen que seamos nosotros, para todos los demás, ese chispazo de luz que muestra el Reino.

Intentando sintonizar la frecuencia de Dios que, por su incansable designio, requiere también un sí de nuestra parte.

No se puede entender el misterio.
No.
Sí se lo puede vivir.

Gracias, Padre bueno por invitarnos a tu obra.
Gracias, querido Jesús, por hacerte presencia y Pan.
Gracias Santo Espíritu, por llenarnos la vida de Vida.

¡Amén!

Pd.: Ayer, en nuestra comunidad de Santa Rafaela María, también celebrábamos la fiesta patronal. Fiesta en la que pudimos agradecer a Dios a estas personas sencillas que se empeñan en la vida por sintonizar las frecuencias; Santa Rafaela fué una de ellas, es una de ellas. Por eso es santa, porque desde la humildad de su lugar, su perseverancia en la oración y la adoración y su obediencia infinita, nos ilumina con unos rayos más de Su Luz. Gracias Santa Rafaela por decir que SI. Intercedé desde el Cielo para que podamos seguir tus pasos !

marzo 25, 2008

¡Resucitó!

La experiencia de los apóstoles junto a Jesús se cuaja en la Pascua.
Sus enseñanzas, su acciones, sus gestos, todo, toma una nueva dimensión después de esa mañana de sepulcro vacío.
Lo incomprensible de Jesús ahora asume la categoría de Divino y por qué no, aquello que les generaba dudas, desde la Resurrección, comienza a transformarse en las piezas de un rompecabezas que prefigura el plan de Dios.
La locura de la Cruz es bendecida por Dios y elevada a la expresión de “locura de Amor”. Amor total. Amor divino.
Todo va cobrando sentido después de la entrega.
Lo único que parecía oponerse a Dios era la muerte, y fué sido vencida.
Mucho trabajo les queda todavía por delante a los apóstoles.
Mucho rezar, mucho recordar y mucho de compartir experiencias tratando de desgranar día a día, minuto a minuto, aquellos momentos que pasaron junto al Maestro sin que ellos le prestaran la atención necesaria.
Cincuenta días pasarán a partir de ayer, en los que se sucederán encuentros, apariciones, más gestos y más palabras. Cincuenta días que les harán explotar el corazón y pedir a gritos ayuda para poder salir a contar aquello que vieron y oyeron para que ya nadie más piense que está dicha la última palabra.
Cincuenta días que coronará Dios enviando al Espíritu Santo para que todo el mundo crea.
Cincuenta días que cambiaron la historia de la humanidad a partir del mayor milagro conocido por nosotros, realizado en lo recóndito de una tierra sometida.
Cincuenta días, nada más, en los que madurarán los corazones de un puñado de personas comunes, de modo tal que, al ser animados por el Espíritu, sean ellos portadores de la Buena Noticia.
Comunes; igual de comunes e igual de imprescindibles que nosotros.
Elegidos… igual que nosotros.

Querido Jesús, te ruego que, en estos cincuenta días, me ayudes a reconocer tu paso por mi vida; los momentos que estuvimos juntos, las palabras que me dijiste y los gestos que te vi realizar. Que me visites y toleres mi falta de fe. Que venzas las puertas cerradas y los muros. Que me enseñes a perder el miedo. Que me ofrezcas tu costado para poner en él mi dedo y que, por sobre todas las cosas, me ayudes a escribir mi propio evangelio, ese con el que podré balbucear en el mundo de hoy, el tuyo, único camino y verdad. Única Vida.

Gracias por la paciencia.
Gracias por el perdón.
Gracias por el amor.


Amén

marzo 09, 2008

Donde nadie quiere entrar

“Señor, huele mal...” le dijo Marta.
Ni desde su profundo amor herido por el zarpazo de la muerte podía siquiera imaginar acercarse.
Jesús, sin embargo, hace caso omiso a la advertencia y sigue adelante, quizás, como anticipo del modo de entrega que viene a instalar; anticipo de jugarse hasta el final.
“Huele mal”, dice Marta, dándose por vencida. “Hace ya cuatro días que está muerto”, remata, justificando su abdicación.
A Jesús no lo detiene.
No hay más condenados para Él; no más incurables, no más imperdonables, no mas muertos. La batalla que librará en Pascua será definitiva y definitoria. Este triunfo, anticipo.
Allí donde ya nadie piensa que puede haber remedio, allí, justo allí está Jesús dispuesto.
Hermoso tiempo la Cuaresma para tener el doble coraje de descubrir nuestro sepulcro, ese en el que siguiera nosotros nos animamos a entrar y al verlo, reposar en que Él sí puede hacerlo. Quiere y puede. Puede y quiere.
“Ven afuera”, dirá enseguida Jesús.
Y Lázaro vuelve.
Y yo quiero volver.
Amén

Rezando con Juan 11

febrero 23, 2008

Agua viva

Rezando con Jn, 4, 5-45

Es notable ver cómo administrando lo poco se vuelve uno más justo.
En la abundancia, no se mira demasiado al vecino, pero cuando se debe administrar la escasez la justicia es casi obligatoria.
La abundancia nos invita al derroche.
La escasez, al juicio.
Parece una obviedad pero no lo es.
Cuando en la mesa, la botella está llena, ningún comensal se preocupa por ver cuánto vierte en su copa; cada uno se sirve y punto. Promediando la comida y al tiempo en que la bebida se acaba, allí sí, antes de servir, se miran los vasos ajenos. Ya sobre las últimas gotas, hasta se colocan juntos los vasos para que el reparto sea exacto.
Será un hábito tal vez.
Administrar lo poco es todo un desafío.
Reconocer en lo poco la oportunidad del compartir, una gracia.
Leyendo lo de Jesús y la Samaritana, vaya a saber por qué me vino esto al corazón.
Agua viva, dice Jesús.
Agua viva para que todos tengan vida.
Agua viva que, en el mejor de los casos esperamos recibir de Él, y no llegamos a reconocer en nosotros.
Agua viva que, sin embargo, pese a que consideremos nuestra vida un desierto, siempre está y siempre deja huellas.
Agua viva latente en las profundidades o las grietas.
Torrente que aprovecha nuestras fallas, hendiduras, depresiones, vacíos, ausencias, para hacerse visible y allí, donde la tierra se quiebra y sólo queda el hueco, se hace curso y permite que la esperanza florezca y dé frutos.
Manantial oculto en las profundidades de nuestro ser, dispuesto y disponible para ser descubierto.
Pero el agua no es sólo para nosotros.
Mandato es dar de beber al sediento.
Por eso me vino a la mente lo de la copa y el compartir lo poco.
Quiero pedirle al buen Jesús que me ayude a volver a encontrar esa agua que Él derramó en mí, y que luego, me enseñe otra vez a compartirla con los demás.
Ya los primeros vasos me los tomé sin mirar a los otros.
Ahora, quiero tratar de ser justo.
Un poquito para vos. Un poquito para mí…a ver…ahora sí están parejos.
Vida para vos.
Vida para mí.
Salud.
Amén.

enero 21, 2008

Cordero - Agnus Dei

Somos seguidores de ese Jesús. El único, el primero en todo. El que amo primero, se entregó primero y primero salio al encuentro de los perdidos, abandonados y equivocados. Ese es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. También es el Esposo que ama a la esposa y se entrega por completo. Aquel que ama tanto que se pierde de vista para solo ver al que ya perdió las ganas de vivir.
Cordero de Dios.
Gesto de máxima disposición y coherencia total.
Amor sin limites expresado en el limite ultimo de la existencia y el vacío. Puesta a prueba absoluta de la fe aguijoneada por el miedo y el desconcierto.
De la misma boca que sale la confianza sale el temor que vuelve a hacerse ofrenda.
El cordero ofrenda toda su humanidad hasta el límite último del no saber pero confiar.
Cordero de Dios.
Antes, ofrendas de los hombres siempre incompletas. Desde Cristo, única ofrenda aceptada y aceptable por Dios. Enseñanza, camino verdad y vida, dirá Él. Basta de pruebas, certezas.
Una entrega definitiva y definitoria.
Solo un modo de aquí a la eternidad para agradar a Dios.
Solo un sacrificio.
Uno, enésimo.
Darse.
Entregarse, agotarse, extinguirse, anonadarse.
Ya no un cordero, una paloma, una limosna.
Todo, uno, integro.
Hacerse ofrenda al modelo de Cristo y no dejar nada reservado o escondido. Y todo implica todo: humanidad, virtud, defecto, acierto, pecado, limite y gracia. Humanidad repleta de humanidad celebrada por Dios y elevada por Cristo a la filiación divina. Divinidad, antes lejana y hoy tan próxima que nos invita dulcemente a decir Papá, hermano, hijo.
Exclusión de la excusa.
Fin de la inutilidad del rito.
Comienzo de una relación de verdad verdadera que tiene como punto de partida la expresión más humana de la divinidad.
Cordero de Dios.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Entrega que es síntesis.
Riesgo final asumido libremente desde la estrechez humana que nos muestra verdaderamente quienes somos, a que estamos llamados, de qué somos capaces y fundamentalmente, que somos tan imprescindibles como amados, tan importantes como irrepetibles, tan irrepetibles y tan necesarios que Dios llega al limite de darse como ofrenda para que tengamos vida...y vida en abundancia.
No nos manda a salvar. Él mismo se arroja al mar del pecado, del dolor y el sin sentido para hacerse rescate de todos. Y dice todos. Él dice todos. Todos ayer, hoy y siempre.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
Cordero de Dios que nos liberaste de la muerte.
Cordero de Dios que nos volviste a la vida.
Cordero de Dios que nos recibiste enfermos.
Cordero de Dios que nos abrazaste arrepentidos.
Cordero de Dios que nos perdonaste pecadores.
Cordero de Dios que nos alimentaste hambrientos.
Cordero de Dios que nos hiciste volver a caminar.
Cordero de Dios que nos sanaste la ceguera.
Cordero de Dios que nos invitaste a la fiesta.
Cordero de Dios, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo...danos la paz

Amén

Rezando con Jn 1, 25-37