febrero 23, 2013

Regresos en Cuaresma


No hay duda: es necesario mojarse los pies para poder pescar.
Aquello de navegar mar adentro y volver a tirar las redes en el lugar del fracaso (Lc 5, 1-11), puede ser todavía milagro cotidiano.

Hace un par de sábados se los propuse en nombre de Jesús a los muchachos de nuestra comunidad (hombres y jóvenes en situación de calle y voluntarios sirviendo). Propuesta sencilla de lectura lineal. Nada complicado. Casi literal.

¿Alguien siente o cree que ya la jornada de pesca está perdida?

¿Alguno de ustedes siente que en es lugar ya fracasó y que no tiene sentido volver?

¿Creen que por más que vuelvan el resultado será el mismo?

Casi literal. Buena noticia, recién salida del Evangelio fresca, para ser consumida mientras todavía está crujiente.
Me miraron los muchachos y en casi todas las miradas se leía un fracaso. Una noche larga de pesca infructuosa. Una noche en la que se habían acabado las fuerzas, las ganas, la esperanza. Quizás también, una noche de errores, de malas opciones, de desatinos. En muchas miradas había necesidad de volver y también, de no saber cómo.

Les hice propuestas. Les recodé mejor dicho las propuestas de Él. Reforcé aquello de que no volverían solos, de que lo harían con mandato y de que además, era Él el que les llenaba la esperanza de certezas.

Volver así es otra cosa.
Volver, si todavía se puede volver, implica desandar.

Paradójicamente, Albert Einstein contradice casi desafiante a Jesús: “loco es el que haciendo siempre lo mismo espera obtener resultados diferentes” pregona, palabra más, palabra menos.

Por el contrario la propuesta de Jesús es volver, y volver a hacer lo mismo. Una pequeña diferencia hace la gran diferencia. La fe. Fe no sólo creyente sino encarnada. La fe que permite que la Palabra eche raíces y transforme.

Para poder volver, al estilo de Jesús hay que hacerle caso.

Por la fe, tengo que tomar coraje y seguir sus instrucciones. Además de las redes tengo que llevar perdones, respetos, aceptaciones, misericordias, arrepentimientos, agradecimientos, fracasos, dolores y alegrías. Semillas germinadas de Reino que me van a permitir contradecir a Einstein: voy a volver, a hacer lo mismo, al mismo lugar pero de un modo diferente; entonces, no será lo mismo. Voy a volver, pero esta vez, no volveré solo, Él vendrá en gestos y actitudes, conmigo. Así, es dudoso que el resultado sea el mismo.

Esta mañana, celebrando la Palabra en la comunidad, a instancias de un muchacho que andaba preparando nuevamente las redes, pregunté ¿alguien se animó a volver? ¿Alguien tiene ya identificado a dónde fracasó y a donde volver?, y para gran sorpresa, tres hombres dijeron sí: Ricardo, Guillermo y Alcides que andaban rumiando el regreso.

Ricardo quiere volver al lugar dónde dejó de ser él para ser aquello en lo que se convirtió, y volver a ser él.

Guillermo quiere volver a sus afectos, sus amores y su familia.

Alcides, quiere volver a ser un “laburante” (y lo dijo con la fuerza de todo lo que esto implica).Quiere destilar “su veneno” (sic) y volver a ser un laburante con todas las letras. Puños apretados. Ojos cargados.

Silencio.
¡Amén!

Nota:

¡Hay que tener coraje para verbalizar esto! y para hacerlo delate de tus pares.
Se ve que Jesús les habló en la orilla.
No tengo duda de que Él los acompañará en la pesca.
Nosotros, como comunidad, además de dar gracias, también.
Dios los bendiga y les de fuerzas.
Gracias Jesús bueno, por permitirnos participar del milagro.