julio 20, 2006

Un rato más tarde...

Me encanta esto del blog porque sos nadie.
Es como gritar en plena 9 de Julio y Corrientes a las 12.
Gritar fuerte en medio de la gente y que nadie escuche, pero con la certeza de que alguien puede escuchar.
No es grito estéril. Es grito, charla, susurro, confidencia...secreto.
Antes guardaba escritos en los cajones de casa. Un blog es como un cajón abierto al público. Casi como si uno guardara las cosas en privado con la intención de que alguien se anime al curioseo.
Me gusta bloguear.
Hoy, particularmente, me siento uno de esos predicadores que a veces andan por las plazas, parados en un banquito anunciando el Reino. Muchos pasan. Pocos, o casi nadie escucha. Él sigue anunciando a su modo.
Nadie lo ve.
Está bueno.
Así el grito no se ahoga en el pecho.
Quizás alguien escucha.
Así el grito no se ahoga.
Quizás alguien.
Así el grito.Quizás.

...por acá...¡atrás de las piedras!

Aproximación a Mc 6,30-34

Amontonados no es lo mismo que juntos.
Juntos, es más próximo a unidos.
Unidos es el plan de Dios.

En la des-unión está el peligro.
Soledad.
Falta de rumbo.
Peligro.
Miedo.
hambre.

Amontonados no es lo mismo.
La sociedad del Dios prescindible nos invita a des-unirnos, y nosotros, muchas veces aceptamos.

Nos des-unen entre otros (cada cual agregue sus separadores)
La injusticia.
El rencor.
La maldad.
Los celos.
La envidia.
Los intereses.
El egoísmo.
La soberbia.
La violencia.

Todos y en todas sus inagotables formas.
Etcéteras. Excusas. Justificaciones.
Miles de etcéteras que hacen cada vez más mella en esa común-unión deseada por Dios para hacer presente el Reino.

2000 años y seguimos des-unidos.
De a ratos, nos une el Pastor y luego, cuando se da vuelta, otra vez nos dispersamos. Sin embargo Él no deja de insistir.

No se desentiende del rebaño Jesús. Nos deja de a ratos para ir a buscar ovejas perdidas. ¡Qué paciente es!. Regresa con una y nos fuimos 20... y otra vez sale, y otra vez trae y otra vez otros otros volvimos a irnos.
¡Trabajo difícil el del Pastor!

En el revoltijo se mezclan lobos disfrazados de ovejas y ovejas, que disfrazándose de lobos salen al encuentro de su propia muerte.

Él va y vuelve.
Sale y regresa.
Siempre para lo mismo.
Siempre para regalarnos la vida; pastos tiernos, calor, seguridad, comprensión, amparo, tibieza...amor.

Sabe lo que nos pasa. El texto dice “se compadeció”. Por obvio y remanido no deja de ser música “padeció con nosotros”. Compartió y comparte la desgracia, la siente y vive en carne propia; es su dolor.

Nuestro Pastor se moja con la misma lluvia, sufre el mismo frío y come los mismos pastos; se aguanta las mismas injusticias y tolera los mismos golpes. Sabedor del extremo, soporta e invita.

También dice el texto “estuvo enseñándoles largo rato”.

Después del compadecerse viene el pastoreo. No el reto. El pastoreo.
- vayan por aquí.
- Quédense unidos.
- Aliméntense.
- Vístanse.
- Cuídense.
- AMÉNSE.

Enseñanza sencilla de pastor incansable.
Habrá que escuchar nomás.
De vez en cuando, dejar de balar y escuchar.
Es complicado andar solo.
Por allí lo veo venir entre la niebla.
Dejo de escribir porque necesito las manos para hacerle señas.
Quiero volver al rebaño.
¡Qué suerte que otra vez viene al encuentro!
¿suerte?
Gracia.
¡Gracias!

Pablo Muttini

julio 07, 2006

¿No es este el carpintero?

Mc 6, 1-6a

Lectura fuerte.
Comprensible, podría decirse sin entrar muy en detalle.
“Nadie es profeta en su tierra” es una frase que nos endulza los oídos. ¡Tantas veces nos sentimos así! Tantas no escuchados. Tantas ignorados. Interpretación válida, sin dudas, pero hoy siento, incompleta.

Después de releerla, creo que Jesús pone a prueba mi fe.
El Dios en el que creo no necesariamente es el que quiero.
El Dios que quiero, no necesariamente es el Dios en el que debo creer.

¿Estoy dispuesto a creer en el carpintero?
Manos callosas.
Manos sangrantes.
Sudor y lágrimas.

¿Es el carpintero el que me va mostrar el camino y se va a hacer camino, luz y vida?
Siempre de a pie.
Comiendo con cualquiera.
Pobre.
Alegre.
Humilde.
Sencillo.

¿Son las palabras simples del Carpintero las que van a resignificar mi vida?
Toquen.
Amen.
Den de comer.
Visiten.
Curen.
Incluyan.

¿Puedo soportar la simpleza de un Dios tan cercano?
¡Cómo incomoda a veces sentirlo así de próximo!, porque si lo dejo allá, en el cielo, está todo bien. Basta con esconderme un poco cuando hago las cosas mal y listo; total...está tan lejos... Pero, si creo en el carpintero, la cosa se pone más difícil. ¡Está tan próximo!, me resulta tan conocido...si hasta sé quienes son sus amigos y parientes. Ese Dios me complica la vida.

Al Dios del cielo puedo hacer de cuenta que no lo escucho. Al Dios de al lado, para dejar de escucharlo tengo que gritar, o poner fuerte la música, o simplemente, negarlo.

Creo que lo que me sorprende esta lectura es todo lo que me aclara de la Trinidad.

Me sorprende ver a Dios entre nosotros. Es una presencia demasiado fuerte, que, como decía antes, puede resultar incómoda.

Un Dios así de cercano me obligaría a transformar mi realidad. Mis realidades. Mis mundos en los que no tengo ningún lugar reservado para Él.

El Carpintero no espera ritos fantásticos, mesas fastuosas, ni lujos, ni nada. Me quiere a mí en mi desnudez cotidiana, sin formalidades, sin trabas.

No me da tiempo para prepararme. No me ignora hasta que me decida. Su opción es más crucial: hoy, ahora, siempre, en todo momento, en cualquiera, en cualquier lugar. Ya. Si quiero, ya. Pero siempre ya.

Es muy dulce escuchar al Dios de las cosas indecibles, diciéndolas del modo más sencillo.

Es muy esperanzador que Él elija la sencillez posible, como signo de Su Presencia.

Muy sanador que nos ame tanto, que incluso, pueda amar en nuestro idioma.

Sentate en mi mesa, Carpintero, que estoy cansado y necesito que me digas la Verdad.
Prestame tu manta, Carpintero, que tengo frío.
Dame una mano con esto, Carpintero, que hoy se me cansaron los brazos.

Ahora sí, ¡Gracias!

Pablo Muttini / Lectura del domingo 9 de Julio de 2006