septiembre 03, 2007

A quién amo

Se nos escucha decir miles de veces que, amamos al otro, al prójimo, al que sufre, porque en él está Cristo.¿Será ésto suficiente?.
El motor más fuerte para amar al otro es el saber que Jesús lo amó, lo ama y lo amará; que Jesús ya probó quién es ese otro; que Él ya lo reconoció y descubrió de ese otro el tesoro. Y es precisamente ese tesoro el que nos invita y ordena descubrir.
Jesús está presente en la singularidad e irrepetibilidad de el otro, no como re-copia de sí mismo, sino como expresión viva de la infinitud de dones y gracias que Dios expresa desde el hombre, creado a Su Imagen y semejanza, siempre inagotable y siempre exclusiva...siempre, buena noticia.
En instancia máxima, estoy llamado a amar al otro porque sino, habría algo de Dios no amado por mí, y por ende, no podría confesar amarlo sobre todas las cosas.
El pobre, es "el" pobre y ese es su tesoro. Es Juan, María o Alberto. Único y amado.
El convite es a reconocer en ese preferido de Dios aquello que Dios tan primorosamente ama en él.
En ese sentido, y recién recorriendo este camino, me animaría a decir que el pobre es Cristo.
Vos siempre vos.
Yo siempre yo.
Él, siempre él.
Uno en nosotros.
Trino en nosotros.