No hay
duda: es necesario mojarse los pies para poder pescar.
Aquello
de navegar mar adentro y volver a tirar las redes en el lugar del fracaso (Lc
5, 1-11), puede ser todavía milagro cotidiano.
Hace un
par de sábados se los propuse en nombre de Jesús a los muchachos de nuestra
comunidad (hombres y jóvenes en situación de calle y voluntarios sirviendo). Propuesta
sencilla de lectura lineal. Nada complicado. Casi literal.
¿Alguien
siente o cree que ya la jornada de pesca está perdida?
¿Alguno
de ustedes siente que en es lugar ya fracasó y que no tiene sentido volver?
¿Creen
que por más que vuelvan el resultado será el mismo?
Casi
literal. Buena noticia, recién salida del Evangelio fresca, para ser consumida
mientras todavía está crujiente.
Me
miraron los muchachos y en casi todas las miradas se leía un fracaso. Una noche
larga de pesca infructuosa. Una noche en la que se habían acabado las fuerzas,
las ganas, la
esperanza. Quizás también, una noche de errores, de malas
opciones, de desatinos. En muchas miradas había necesidad de volver y también,
de no saber cómo.
Les
hice propuestas. Les recodé mejor dicho las propuestas de Él. Reforcé aquello
de que no volverían solos, de que lo harían con mandato y de que además, era Él
el que les llenaba la esperanza de certezas.
Volver
así es otra cosa.
Volver,
si todavía se puede volver, implica desandar.
Paradójicamente,
Albert Einstein contradice casi desafiante a Jesús: “loco es el que haciendo
siempre lo mismo espera obtener resultados diferentes” pregona, palabra más,
palabra menos.
Por el
contrario la propuesta de Jesús es volver, y volver a hacer lo mismo. Una
pequeña diferencia hace la gran diferencia. La fe. Fe no sólo creyente
sino encarnada. La fe que permite que la Palabra eche raíces y transforme.
Para
poder volver, al estilo de Jesús hay que hacerle caso.
Por la
fe, tengo que tomar coraje y seguir sus instrucciones. Además de las redes
tengo que llevar perdones, respetos, aceptaciones, misericordias,
arrepentimientos, agradecimientos, fracasos, dolores y alegrías. Semillas
germinadas de Reino que me van a permitir contradecir a Einstein: voy a volver,
a hacer lo mismo, al mismo lugar pero de un modo diferente; entonces, no será
lo mismo. Voy a volver, pero esta vez, no volveré solo, Él vendrá en gestos y
actitudes, conmigo. Así, es dudoso que el resultado sea el mismo.
Esta
mañana, celebrando la Palabra en la comunidad, a instancias de un muchacho que
andaba preparando nuevamente las redes, pregunté ¿alguien se animó a volver? ¿Alguien
tiene ya identificado a dónde fracasó y a donde volver?, y para gran sorpresa,
tres hombres dijeron sí: Ricardo, Guillermo y Alcides que andaban rumiando el
regreso.
Ricardo
quiere volver al lugar dónde dejó de ser él para ser aquello en lo que se
convirtió, y volver a ser él.
Guillermo
quiere volver a sus afectos, sus amores y su familia.
Alcides,
quiere volver a ser un “laburante” (y lo dijo con la fuerza de todo lo que esto
implica).Quiere destilar “su veneno” (sic) y volver a ser un laburante con
todas las letras. Puños apretados. Ojos cargados.
Silencio.
¡Amén!
Nota:
¡Hay
que tener coraje para verbalizar esto! y para hacerlo delate de tus pares.
Se ve
que Jesús les habló en la orilla.
No
tengo duda de que Él los acompañará en la pesca.
Nosotros,
como comunidad, además de dar gracias, también.
Dios
los bendiga y les de fuerzas.
Gracias
Jesús bueno, por permitirnos participar del milagro.