diciembre 27, 2006

Ya pasaron tres días

Frente al recién nacido hay dos momentos muy marcados:
La contemplación y la acción.
Los bebés son de una hermosura inusitada para los adultos.
Sus proporciones, su piel, su fragilidad contrastan la vida que les estalla dentro.
Contemplación.
Mirar el milagro.
Un lugar imperdible.
Pero todo esto no sucede mágicamente. El recién nacido requiere de un cuidado constante, esmerado, dedicado, casi excluyente. No es sencillo tener un recién nacido en casa. Las noches, por lo general (y con suerte), se duermen de a ratos; el llanto avisa de cualquier incomodidad y gatilla preocupaciones y dudas respecto de qué hacer; se cambian pañales, se limpia, lava e higieniza al niño... mucho trabajo, mucho.
Cuando llega la visita...impecable. Pero en los ratos de intimidad...¡cuánto para hacer!

Volviendo al trabajo después de un Adviento bien de Dios, de pronto siento que fuí visita. Algo así como si hubiera ido a ver a María y José al pesebre, me hubiera maravillado contemplando al Niño y después, de vuelta a “mi realidad”. Pero algo me falta: mi realidad es pobre sin Él...pero tengo tanto que hacer...¡traer un recién nacido es mucho trabajo!... mucha dedicación, mucho cuidado. Ya estoy grande para esto; ya criamos tres hijos en casa...¡otra vez los pañales, otra vez no dormir, otra vez...!
Pero me falta algo.
Quizás me falte el valor para comenzar de nuevo.
En una de esas, perdí la sensibilidad necesaria para ser parte del milagro.
Tal vez, me olvidé de la minúscula perfección de sus uñas, de la piel que huele a vida nueva, de los ojos que hablan, de los piecitos sin estrenar... tal vez me olvidé de la paz de verlos dormir... tal vez me olvidé de todo lo que cada mañana me hacía olvidar del cansancio.

Queridos María y José:
Disculpen por no haber estado atento en estos días.

Sepan que lo pensé bastante y, pese a que me cueste, estoy a su disposición para darles una mano.
Pidan nomás: arreglar un poco el pesebre, cocinar, lavar. También podría cambiar pañales y cuidar al Niño.
Incluso, José, si necesitás te atiendo por un tiempito el taller.
Y sí... me siento con un poco de culpa: logré ,pese a todo, hacerles lugar, y al rato fui vencido por la tentación y los dejé solos; pero fue hasta hoy nomás. He vuelto, para lo que gusten mandar. Después de todo ¡Jesús nació en mi pesebre!
¡Dios volvió a repetir el milagro!
¡Feliz Navidad!

Amén

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