abril 11, 2006

...desde La Trapa, Cefe, el monje...

El querido hermano Ceferino, desde el Monasterio Trapense de Azul, se "prendió" rápidamente al blog y aporta esta reflexión. Que la disfruten!


El Reino y la sabiduría del Descanso
(Borrador privado corregible: 22/01/06: Domingo III, Mc 1, 14-20)

El Reino de Dios se ha acercado. Retornen al Padre y crean en la Buena Noticia. El Reino oculto ahora como una semilla, pero con la energía prodigiosa de comenzar a transfigurar a quien se convierte, o sea, cambie su manera de valorizar las cosas retornando a Dios, por la obediencia de la fe en el Misterio de la Buena Noticia que anuncia Jesús el Judío; caminando junto al lago, por esa Galilea marginada del Imperio y aún de Israel.
El griego de Marcos para conversión es metánoia: transmentalización, Jesús, tal vez la dijo en arameo Shuv: Retornar. Para los judíos retornar a Dios marca la libertad y la Alianza. Para los griegos cambiar de mentalidad marca lo personal y racional; ambos conceptos se integran en esa Galilea de los gentiles, fronteriza y liminal con tantas lenguas.
Aquí Jesús, aunque en forma velada para evitar falsas interpretaciones del Reino, nos está diciendo que su forma de vida es mesiánica, él es el Cristo, el Ungido con el Espíritu, para proclamar el Evangelio o la Buena Noticia de una esperanza gozosa, histórica y trascendente. Toda la vida de Jesús es incomprensible sin este mensaje del Reino de Dios que es Amor de entrega hacia todos los seres humanos y el universo para liberarnos de la mentira, la malicia, y la fealdad introduciéndonos en la Nueva Creación de su Reino.
Y una de sus Buenas Noticias que hoy necesitamos con urgencia los hombres en este inicio del siglo XXI es la del Descanso, para liberarnos de la mentira del trabajo excesivo ansioso urgente hiperquinético eficientista y existista; de la malicia del cansancio depresivo que llega al 40% en ciudades, que mina la salud, destruye las relaciones familiares y corroe la espiritualidad; y de la fealdad de rostros tensos, tristes preocupados, hoscos y agitados.
Porque en mi rostro está todo. Mi historia, mi madre, mi padre, mis abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, y hasta toda la historia de la evolución genética, en cromosomas con designio inteligente, desde los minerales vegetales y animales. Mi rostro muestra mi temperamento y carácter, las cosas buenas y malas que he recibido de mis antepasados. En que ambientes y culturas me he movido. Y que opciones libres, de vicios y virtudes, hice en el camino de mi vida, la calma y el gozo sereno y saludable o el desasosiego angustiado y enfermizo.
Muchos hemos olvidado el tercer mandamiento: Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo, porque el Hijo del hombre es Señor del sábado.
Como ya murió, puedo contarles que una vez escandalicé a un hermano monje cuando le dije, mientras él dormitaba, que yo no sabía descansar, que era imperioso que aprendiera a descansar. Siendo yo el más vago en este monasterio me miró estupefacto, me lanzó una mirada de conmiseración y exclamó: Nunca te vi extenuado, sería mejor que trabajaras mucho más, los trapenses no tenemos vacaciones, sólo descansamos cambiando de trabajo.
Le retruqué, ya que nos queríamos: No hay dos rostros iguales. Es verdad, en seis días el Señor hizo el cielo y la tierra, pero el séptimo descansó. Yo era esclavo en Egipto, pero Dios me liberó con mano fuerte y brazo poderoso, y me mandó guardar el descanso del sábado. Me concedió un respiro, un día de protesta contra las esclavitudes del trabajo, el culto al dinero y al mercado salvaje. El Descanso es también signo de la Alianza, como lo es el arco iris, la circuncisión o la Eucaristía. Y la mística quietud también es cisterciense.
Pero él, al terminar su sueñito trapense, pontificó zanjando: Te basta el Domingo. Decidí no seguir su consejo, porque soy monje presbítero, y los Domingos, de por sí Días del Señor, en la Misa, la alegría y el ocio, son los días más agotadores para los que ejercemos el sacerdocio. Y yo debía trabajar: Para hacer que también los demás, sobre todo los pobres, recobraran aliento. Y descansar: Las vacaciones diarias, mensuales y anuales son salvíficas.
Una cierto consumismo nos ha hecho centrarnos en el esfuerzo del tiempo productivo olvidando que su sujeto y sentido no puede ser otro que la persona, armoniosa en su trabajo y contenta en su descanso. Hoy casi nadie es reconocido por su capacidad de reposar, contemplar, dialogar con sus amigos, pasear con ocio creativo, jugar, no hacer nada. Si no se está haciendo algo redituable con apremios y esfuerzos, uno es un inútil o un subsidiado. Podemos equivocar los caminos de la sabiduría del Reino: No conocieron mis caminos, por eso dije jamás entrarán en mi Descanso. No obstante si Hoy escuchan mi voz podrán entrar en ese Descanso. Porque si Josué hubiera introducido a los israelitas en el Descanso, Yo tu Dios, no habría hablado de otro Hoy. Queda reservado un Descanso para el Pueblo de Dios. Y aquel que entra en el Descanso de Dios, descansa de sus trabajos como Dios descansó de los suyos. Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán el Descanso para sus psicologías estresadas, la enfermedad del siglo. El Reino de Dios se ha acercado. Dejemos de evadirnos de nosotros mismos y retornemos al Evangelio del Descanso: Transparentaremos algo más el Rostro de Cristo nuestra quietud.

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