julio 07, 2006

¿No es este el carpintero?

Mc 6, 1-6a

Lectura fuerte.
Comprensible, podría decirse sin entrar muy en detalle.
“Nadie es profeta en su tierra” es una frase que nos endulza los oídos. ¡Tantas veces nos sentimos así! Tantas no escuchados. Tantas ignorados. Interpretación válida, sin dudas, pero hoy siento, incompleta.

Después de releerla, creo que Jesús pone a prueba mi fe.
El Dios en el que creo no necesariamente es el que quiero.
El Dios que quiero, no necesariamente es el Dios en el que debo creer.

¿Estoy dispuesto a creer en el carpintero?
Manos callosas.
Manos sangrantes.
Sudor y lágrimas.

¿Es el carpintero el que me va mostrar el camino y se va a hacer camino, luz y vida?
Siempre de a pie.
Comiendo con cualquiera.
Pobre.
Alegre.
Humilde.
Sencillo.

¿Son las palabras simples del Carpintero las que van a resignificar mi vida?
Toquen.
Amen.
Den de comer.
Visiten.
Curen.
Incluyan.

¿Puedo soportar la simpleza de un Dios tan cercano?
¡Cómo incomoda a veces sentirlo así de próximo!, porque si lo dejo allá, en el cielo, está todo bien. Basta con esconderme un poco cuando hago las cosas mal y listo; total...está tan lejos... Pero, si creo en el carpintero, la cosa se pone más difícil. ¡Está tan próximo!, me resulta tan conocido...si hasta sé quienes son sus amigos y parientes. Ese Dios me complica la vida.

Al Dios del cielo puedo hacer de cuenta que no lo escucho. Al Dios de al lado, para dejar de escucharlo tengo que gritar, o poner fuerte la música, o simplemente, negarlo.

Creo que lo que me sorprende esta lectura es todo lo que me aclara de la Trinidad.

Me sorprende ver a Dios entre nosotros. Es una presencia demasiado fuerte, que, como decía antes, puede resultar incómoda.

Un Dios así de cercano me obligaría a transformar mi realidad. Mis realidades. Mis mundos en los que no tengo ningún lugar reservado para Él.

El Carpintero no espera ritos fantásticos, mesas fastuosas, ni lujos, ni nada. Me quiere a mí en mi desnudez cotidiana, sin formalidades, sin trabas.

No me da tiempo para prepararme. No me ignora hasta que me decida. Su opción es más crucial: hoy, ahora, siempre, en todo momento, en cualquiera, en cualquier lugar. Ya. Si quiero, ya. Pero siempre ya.

Es muy dulce escuchar al Dios de las cosas indecibles, diciéndolas del modo más sencillo.

Es muy esperanzador que Él elija la sencillez posible, como signo de Su Presencia.

Muy sanador que nos ame tanto, que incluso, pueda amar en nuestro idioma.

Sentate en mi mesa, Carpintero, que estoy cansado y necesito que me digas la Verdad.
Prestame tu manta, Carpintero, que tengo frío.
Dame una mano con esto, Carpintero, que hoy se me cansaron los brazos.

Ahora sí, ¡Gracias!

Pablo Muttini / Lectura del domingo 9 de Julio de 2006

2 comentarios:

hna. josefina dijo...

¡Me encantó!
Este año, en mis ejercicios espirituales, me quedé bastante más, o tal vez me llegaron al corazón mucho más, los 30 años de Jesús antes de salir a predicar... Me lo recordaste con este post.
Y creo que, tratar encontrarse con este Jesús verdaderamente cercano, nos cambia la vida. ¿Verdad?
¡Gracias!

Pablo Muttini dijo...

¡Bienvenida Josefina! Alegría leerte y también que el post te haya acompañado un poquito nomás.
Intuyo que este es el desafío: encontrar al Jesús cercano, pero no por capricho, sino por mandato. Es Él quien nos invita a buscarlo hoy. Por allí va mi corazón. Lindo poder compartirlo.
Siempre bienvenida.
¡Gracias a vos!
Pablo