junio 23, 2012

Jesús y Juan

Si vale la licencia,  podría decir hoy que Jesús no fue cocinero por vocación sino porque pudo reconocer que la gente tenía hambre.
 
No es un detalle menor verlo de esta manera.
La vocación es algo que desde adentro del corazón se expresa en actitudes, gestos y búsquedas, mientras que esta suerte de “vocación exógena” surge de una profunda sensibilidad que llega incluso a desestabilizarlo y hacerlo volver a pensar aquello que ya estaba establecido.

Naturalmente que de parte de Él había un sí primerizo, que desde el momento de su concepción María imprimió en su ser humano confirmando el sí ya dado por el Padre; pero un sí no es lo mismo que una vocación.

La opción radical de Jesús por mantenerse fiel al plan de Dios fue tierra fértil y vientre fecundo para que la sensibilidad vaya mostrándole la voluntad del Padre. Para que la sensibilidad mute en misericordia.

Y muchos fueron también los que colaboraron: anónimos e ignotos que sólo se distinguían por su dolor, al ser descubiertos por Él, pasaron a tener nombre y reconocimiento.

Ahora bien, en esta pedagogía, uno de los primeros que logró reunir a los que ya eran los bienaventurados de Dios y que él luego haría propios, y propios hasta dar la vida por ellos, fue Juan el Bautista.

Juan fue el primer que reunió a sus bienaventurados.

El primero que juntó el coro de hambrientos que susurró en el corazón de Jesús hombre la melodía propuesta por el Padre.

Juan en sus largas filas de excluidos anticipaba la promesa que luego cumpliría Jesús. Sus bautismos, lavadores de penas, angustias, culpas y miserias, eran el afeite para recibir la visita del Gran Huésped.

Sus filas, matizadas de historias y vidas repletas de humanidad herida, eran largas colas de esperanzados por Reino. Y Jesús, un día estuvo allí. Haciendo fila. En la fila. Entre ellos. Quizás (seguramente) sintiéndose uno de ellos… Y en la fila se escuchan cosas. Se escuchan comentarios íntimos, deseos profundos, reproches huecos. Dolores, búsquedas.

Es muy probable que Jesús, en esas filas de Juan, haya tomado conciencia de que hacía falta un cocinero. Había hambre y hambres tan profundos que luego, con el pasar del tiempo, lo llevaron nuevamente a cambiar su plan. Ya no sería más cocinero sino que ahora sería pan.

Por si no había escuchado bien a su corazón, en una de esas filas y uno de esos días, Dios irrumpió estruendoso y dulce anunciando y reafirmándole quién era; a qué estaba llamado, de qué madera estaba hecho.

En esas filas de Juan, Dios confirmó su opción y se hizo opción.
No estaban esperando en vano los bienaventurados.
El Reino estaba entre ellos.
Los poderosos no lo podían entender. No lo pueden entender todavía.

Querido Jesús, ayudame a vivir tu propuesta. Ayudame a escuchar a los que tengo alrededor. Ayudame a por lo menos, frente al hambre, servir las mesas y poder ofrecerte como Pan. Verdadero Pan.

¡Amén!

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