noviembre 17, 2010

Batalla final

Rezando con Lucas 23, 35-43

Jesús elige lo bueno aún en tiempo en que lo bueno era considerado malo.
¡Arriesgadísimo!
Rompe sus propias ataduras para entregarse a la búsqueda de la verdadera Verdad, y así, inaugura un Reino que no es de este mundo pero que sí, es el único que puede salvarlo.
Se arriesga muchísimo Jesús.
Nosotros vemos solamente cómo se arriesga a la cruz, pero antes, constantemente había estado arriesgándose a la muerte.

Antes que a la cruz, Jesús se arriesga al pecado.
Se zambulle en la humanidad hasta el límite de lo desconocido.
Deja la seguridad de su mundo, de su tiempo, de sus certezas, de su ley, y se arroja en las aguas profundas y oscuras de la transgresión (pecado de su tiempo) para salvar a los que estaban a punto de morir.

Cada curación, cada encuentro, cada mesa compartida a favor de la vida fue para Jesús arriesgarse a lo desconocido sólo dejándose guiar por la intuición de un corazón que le permitía intuir la Verdad. Zambullirse de mil modos en la muerte siempre buscando la vida.

Cada curación, cada encuentro, cada mesa compartida, cada perdón, cada abrazo, un chapuzón incierto pero siempre imprescindible.
Primero entre los primeros.
Caminando en un campo minado para salvar a los suyos.
No pecó, no porque no se haya arriesgado, sino, porque siempre logró encontrar la Verdad y en la Verdad, la verdadera libertad. Nuevo Adán de opción acertada.
Jugó su Reinado en cada esquina y lo jugó hasta tener que apostar todo e incluso, al punto de perder todo: amigos, discípulos, amores. Seguía la Verdad. Tenía que seguir. Nunca dejar de insistir.

Último minuto. Último chapuzón. Última jugada.

Sobre el final se vuelve a vislumbrar la victoria.
El primer ciudadano del Reino se abre paso mientras padece la misma aparente derrota.
Creo en vos, estoy con vos, ¿puedo acompañarte?...necesito creerte para sentir que no está dicha la última palabra. ¡Te creo!

En la primera línea frente al enemigo un diálogo.

Mientras la muerte cree asestar el golpe final, Él desclava su mano y toma la del primer ciudadano por derecho propio.

Hoy vas a estar conmigo.
La muerte era la puerta.
La muerte no lo sabía.
Mil escaramuzas, siempre vencida. Creía haberlo tomado por sorpresa.
No lo sabía.
Jesús tampoco, pero seguía al frente.
Hasta siempre. Hasta dar todo.
Se rasgó el velo del Templo.
El Dios de la Vida estaba atento.
Liberado de su encierro se lanza a su encuentro para el acto final.

Los hombres lo habían encerrado y sólo los hombres tenían en sus manos la decisión de liberarlo. Ese era el último bastión al que sólo se llegaba arriesgando lo único que no se podía perder.
Tenía la corona en sus manos, y lo coronó.
Todos los que lo habían seguido entendieron. Mucho después, pero entendieron. No habían comprendido cómo un Rey siempre era el primero, para ser el último; cómo, siendo el más importante, se ponía en primer lugar a la hora de la batalla.

Ejemplo.
Modelo.
Camino, Verdad. Vida.

Mil batallas peleó Jesús con la muerte, hasta que en la última, finalmente ganó.
Querido Jesús, dame el valor de seguirte; de seguirte en serio.

Amén.

2 comentarios:

hna. josefina dijo...

¡gracias!

Analía dijo...

Gracias también!