marzo 25, 2008

¡Resucitó!

La experiencia de los apóstoles junto a Jesús se cuaja en la Pascua.
Sus enseñanzas, su acciones, sus gestos, todo, toma una nueva dimensión después de esa mañana de sepulcro vacío.
Lo incomprensible de Jesús ahora asume la categoría de Divino y por qué no, aquello que les generaba dudas, desde la Resurrección, comienza a transformarse en las piezas de un rompecabezas que prefigura el plan de Dios.
La locura de la Cruz es bendecida por Dios y elevada a la expresión de “locura de Amor”. Amor total. Amor divino.
Todo va cobrando sentido después de la entrega.
Lo único que parecía oponerse a Dios era la muerte, y fué sido vencida.
Mucho trabajo les queda todavía por delante a los apóstoles.
Mucho rezar, mucho recordar y mucho de compartir experiencias tratando de desgranar día a día, minuto a minuto, aquellos momentos que pasaron junto al Maestro sin que ellos le prestaran la atención necesaria.
Cincuenta días pasarán a partir de ayer, en los que se sucederán encuentros, apariciones, más gestos y más palabras. Cincuenta días que les harán explotar el corazón y pedir a gritos ayuda para poder salir a contar aquello que vieron y oyeron para que ya nadie más piense que está dicha la última palabra.
Cincuenta días que coronará Dios enviando al Espíritu Santo para que todo el mundo crea.
Cincuenta días que cambiaron la historia de la humanidad a partir del mayor milagro conocido por nosotros, realizado en lo recóndito de una tierra sometida.
Cincuenta días, nada más, en los que madurarán los corazones de un puñado de personas comunes, de modo tal que, al ser animados por el Espíritu, sean ellos portadores de la Buena Noticia.
Comunes; igual de comunes e igual de imprescindibles que nosotros.
Elegidos… igual que nosotros.

Querido Jesús, te ruego que, en estos cincuenta días, me ayudes a reconocer tu paso por mi vida; los momentos que estuvimos juntos, las palabras que me dijiste y los gestos que te vi realizar. Que me visites y toleres mi falta de fe. Que venzas las puertas cerradas y los muros. Que me enseñes a perder el miedo. Que me ofrezcas tu costado para poner en él mi dedo y que, por sobre todas las cosas, me ayudes a escribir mi propio evangelio, ese con el que podré balbucear en el mundo de hoy, el tuyo, único camino y verdad. Única Vida.

Gracias por la paciencia.
Gracias por el perdón.
Gracias por el amor.


Amén

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué importante agradecer por la paciencia...
lo refuerzo a partir d hoy.
Feliz Pascua Saulo!
K