abril 16, 2007

Sueño de Pascua

No dejan de resonarme las palabras que el otro día apenas pudo balbucear Jesús en la Cruz y me pregunto:
¿a quiénes deberá perdonar hoy Dios?
¿quiénes son los que “no saben lo que hacen”?
Voy más atrás.
Busco a los crucificados.
Veo los marginados y les reconozco en las manos las llagas.
Levanto - con su permiso - las ropas y les intuyo el lanzazo.
No puedo creer lo que estoy escuchando.
Silencio.
Los crucificados están allí, bien clavados, sufriendo, gimiendo, pero mudos.
Al darme vuelta, veo la misma multitud pero distinta.
Ahora estamos con el dedo índice frente a la boca haciéndoles el inconfundible gesto de ¡silencio!.
El nuevo modelo de cruz impone silencio al crucificado. Nada de grito. Nada de queja. Nada de nada. Muerte lenta nomás. Nada de esperanza.

Sueño ahora.

Uno de ellos rompe rito y susurra.
“Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen”. Y todos los crucificados despiertan en su última hora. Todos ahora comienzan a susurrar y el susurro se vuelve espeso; letanía, podría decir.
“Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen”Todos perdimos la fe, pero ellos no.
Volvemos a casa apenados por el espectáculo.
Ellos han muerto.
Nosotros también.
Ellos resucitarán.
¿Nosotros también?.
Volvemos caminando con la cabeza gacha.
Se acerca un pobre disfrazado de pobre. Uno igual a los muertos de recién. Uno más. Igual y diferente. Diferente para nosotros que recién lo vimos morir y creemos haberlo escuchado susurrar. Nos pregunta y contestamos. No podemos explicar lo visto y mucho menos, lo oído...y comienza a hablar. Habla de su vida, de su historia, de sus alegrías pasadas, sus dolores presentes y su esperanza de siempre. Cuenta de su fe, de su Virgencita arrugada en el más arrugado documento...muchas cosas. No podemos creer todo lo que tiene para decir.
Se hace de noche. Llegamos a casa. Nos despedimos. Lo dejamos ir.
Me despierto sobresaltado.
Pido a Dios que los crucificados de hoy rueguen por nosotros. Somos muchos los que no sabemos lo que hacemos. Muchos los que todavía, ni siquiera nos hemos dado el lujo de invitarlo a compartir el pan para dejarnos sorprender. Muchos los que todavía, no nos dimos el lujo de animarnos a reconocerlo.

Te ruego, Padre Bueno, que me regales la valentía para escuchar a los crucificados de hoy; que me des la humildad para dejar de justificarme, y me infundas el valor de aceptar que son ellos, especialmente ellos, los bienaventurados, los que pueden hablarme de vos y devolverme la esperanza.

Amén

2 comentarios:

Semilla dijo...

¡Cristo ha resusitado amigo! Sé que ya lo sabes, pero te noté un tanto tristón y quise regalarte un poco de alegría...
Hay que volver a nacer para eso...
"hay que nacer del agua y del Espíritu, hay que nacer del Señor"
Cariños miles

Pablo Muttini dijo...

Qué sensible sos, querida Semilla. Efectivamente, dudé mucho al editar esta nota. Lo hice sólo por respeto a los crucificados. A los que todavía se hacen la pregunta..."Por qué me has abandonado" y al minuto dicen... "perdónalos..." Me encantaría poder decir siempre cosas lindas al estilo de un Power Point, pero conozco, trato, abrazo y abandono demasiados crucificados todos los días. Quizás, este balde de agua, pero fría, me ayude a volver a nacer.
Me alegra tu alegría y me enciende tu fe. Perdón si parece que "amargue" la Pascua. Pero tenía esta deuda. Sin duda, muy prontito sentiré el calor de Su sol. Seguro soy de los que se escondió. Por lo menos hoy; pero aún en la oscuridad de "esa" noche, aparece la luz.
Gracias por estar siempre allí.
Pablo