Reflexionando con Juan 21, 1-19
Una vez más el milagro es el sí.
Un sí que no cuestiona.
Uno que ni siquiera se atreve al por qué.
Uno que surge desde la más profunda convicción.
Sí de fe pura.
Fe pura que se derrama en un sí.
No le importó a Pedro su experiencia. No dudo pese a su fracaso. No pidió ni otro mar, ni otro bote ni otras redes. No se excusó en el cansancio. No dijo “mañana”. No dijo “después”. Sí limpio y claro.
Jesús siempre es propuesta.
Dios es convite.
Libertad para ser elegida y vivida.
Bajo el agua de nuestros mares está la pesca.
Justo debajo de nuestro bote...allí, a la derecha; en el mismo lugar por el que acabamos de pasar. Allí dónde fracasamos ayer hay lugar para el milagro. Exactamente donde acabamos de fracasar.
Aquí se puede dar el milagro.
Aquí se debe dar el milagro.
Mares nuestros de cada día.
Mares que mil veces resultan esquivos.
Mares en los que ya estamos cansados de fracasar.
Fracasos que nos quitan las ganas de pescar.
Sí.
Un sí.
Nada más que un sí.
Querido Padre Bueno, te pido que me renueves y selles la vocación por el sí cotidiano. Que me abras los ojos y me muestres que ese lugar es hoy, aquí y ahora. Que me des la valentía de vencer el orgullo y la soberbia que me hacen decir “acá no vale más la pena intentar”.
Amén
Pd: Querido Jesús, gracias por siempre esperarnos con un fueguito encendido en la orilla.
Jean Vanier
Hace 5 años.