noviembre 01, 2011

Hermanos

Rezando con Mt 23,1-12

Hermano, es una palabra fuerte.
Una conquista más que un título.
Una construcción, más que un hallazgo.
En boca de Jesús, mandato.
En boca de abreboca, parentesco, nada más que parentesco y eso es poco. Hermano es más. Implica todo lo que Él quiere expresar: Padre común, compromiso, amor conciente, respeto. Implica también cuidado y un cuidado preferencial por el débil, por el que sufre, por el que está en peligro, por el necesitado; todo esto simple y sencillamente porque el otro, ese otro al que llamé mil veces otro no es otro sino mío, propio, hermano, prójimo y próximo.

Soy hermano mayor de mis hermanos menores.
Lo soy aunque no quiera reconocerlo.
No es opcional: hermano se es por derecho propio, y ese derecho es mío y también de él. Puedo no asumirlo pero eso no me libera, al contrario, me acorrala en un mundo que cada vez se parece más a mi plan y menos al plan de Dios.

Hermanos, Jesús dice hermanos y como en casa, reparte tareas.
Los más grandes, a ocuparse de los más chicos.
Los más fuertes, a ocuparse de los más débiles.
Los más instruidos, a ayudar en las tareas a los que menos saben.
Los más alegres, a llevar sonrisas.
Los más sensatos a dar consejos.
Los más sensibles a poner el hombro.
Los más, a jugarse por los menos. Siempre así.

Todos hermanos y todos comprometidos con los demás.
A mi turno, en algún momento, siempre, fui, soy y seré, alguno de los menores y también, alguno de los mayores. Problema de tiempo nomás. Tiempo y percepción.
Cuidaré y seré cuidado.
Soportaré y seré soportado.
Lógica de Dios que a nuestros ojos sólo se valida con el amor.
Revisando ejemplos de amor recibido y amor dado, la propuesta es obvia.
No hay ninguna aproximación mayor a Dios que el Amor.
Jesús nos dice siempre esto y agrega un modo de amar que distingue a quienes ya vivieron la experiencia sanadora y transformadora de ser amados: debemos amar intencionalmente. Amar al no amable, al no-pasible de ser amado. La misericordia entonces es el primer modo de amar. La tolerancia, el respeto, la paciencia. Modos de ejercitar el músculo.

Siempre somos hermanos.
Siempre podés llamarme hermano.
Sólo si te amo, puedo llamarte hermano; si te amo, o por lo menos intento amarte. Si convierto ese amor en gestos concretos y dejo de decirte lo que tenés que hacer, para hacer aquello que vos necesitás que haga, diga, escuche o comprenda.

Así, y solo así se puede entender la locura de Jesús. Su pasión y preferencia siempre por los últimos, por los postergados, por los que sufren, por los pobres. Pasión que se hace camino y repite que ser mayor implica responsabilidad, no privilegios. Que tener más obliga a ser mejor administrador y que ser más fuerte conlleva proteger y no someter. Que si recibimos más luz es para iluminar y que si logramos entender lo que otros no entienden es para que lo podamos explicar.

Hermanos mayores ocupándose de hermanos menores.
Cosa de padres invitando a fundar familia.

Que el buen Jesús nos ayude y aliente para asumir el compromiso.

Amén.