octubre 28, 2010

28/10/2010: Día extraño

Somos lo que hay y eso es un tesoro.

Frente a la muerte, en la desnudez del dolor, la desprotección de la orfandad o la sorpresa del vació o la liberación (y hay mil modos más de sentirla), lo que nos apabulla y golpea no es otra cosa que la sencillez de la realidad.

Una noticia preanunciada mucho antes de nuestra propia existencia, sigue tomándonos por sorpresa siempre, irremediablemente; la muerte sorprende y golpea. Marca hitos. Cierra y abre etapas. Impulsa o retiene. Marca. No somos los mismos después, como tampoco lo fuimos antes de que esa persona pasara por nuestras vidas.

La muerte condensa en un instante esos cambios y los hace irrumpir en nuestro mañana de un modo siempre imprevisto.

Nadie está lo suficientemente preparado ni para partir ni para ver a los demás partir.

La realidad, con su sencillez apabullante, sin embargo, en algún momento nos muestra que aquello que es, finalmente ha sido, aunque nunca hubiéramos querido o podido aceptarlo.

¿Por qué voy reflexionando esto hoy? Porque también yo, en lo personal, vivo esta muerte de Néstor Kirchner con la misma perplejidad con la que fui pudiendo vivir todas mis demás muertes; en distintas intensidades y perspectivas, pero con la misma perplejidad.

La muerte no se puede resignificar sin animarse a entrar en la realidad.

Somos lo que hay. Fuimos lo que hubo. Aciertos, errores, amores, odios, éxitos, fracasos, luces, sombras. Humanidad y divinidad unidas. Cielo e infierno. Pasión y límites. Gracia y carga. Todo esto condensado en proporciones diversas más o menos felices, pero siempre mixtas. Fuimos lo que pudimos ser. El otro, el que partió, también fue lo que pudo ser. Finalmente, fue quien fue, así, íntegro, repleto de todos eso que lo constituyó.

Esa es la realidad que nos muestra la muerte. Realidad que, Jesús vino a transformar y que Dios luego, tuvo que sellar con la Pascua: no estaba dicha la última palabra. La última palabra de la muerte, la que termina por dirimir la discusión, a partir de Jesús es VIDA.

Frente a esta experiencia, siempre repetida y siempre inédita, hoy se me ocurren algunas pistas que comparto por si suman:

1º Agradecer. Sí, agradecer. En este caso, por lo pronto, Néstor Kirchner tomó sobre sí una responsabilidad que millones de argentinos preferimos siquiera intentar asumir; y lo hizo lo mejor que pudo seguramente. Y puso lo mejor de sí, sin dudas. Agradecer. Alguien que se carga al hombro tamaña empresa, más allá de cualquier bandería, ideología o postura, no puede haber pensado sólo en sí mismo. Agradezco que haya dicho que sí, y se haya hecho cargo.

2º Reconcilarme. Nada de lo pendiente puede seguir pendiente. Lo pendiente, después de la partida nos deja más ligados a la muerte que a la vida. No más pendientes. Ruego a Dios por su misericordia, con la misma humildad con la que rogaré para recibirla el día en que yo parta. Soy igual a Néstor. Idéntico. Y sólo yo, mirando mi vida y mi corazón, puedo leer cuántas veces con excelentes intenciones causé daño y cuántas otras, sin la menor pizca de intencionalidad, obre bien. Mi corazón es igual al de Néstor. No me conocía, pero sin embargo, en este punto nos conocíamos mucho. Reconciliación. Todo lo demás es muerte. Sigo pensando que ésta no tiene la última palabra.

3º “Pascualizar” el pasado. Neologismo este ensayado por un hermano sacerdote, con el que quiso (con éxito) acompañarme en la partida de mi madre. Pascualizar, según él, tenía que ver con atreverse a poner todo, pero todo, a la luz transformadora de Dios, justo en el momento en el que parecería ser que lo que manda es la oscuridad.

Lo bueno, naturalmente, trasciende por sí solo. De la historia, lo bueno se eleva al cielo. No necesita mucho más.

Complicada viene la mano con lo que es malo, considero malo o solamente pude vivir como malo.

No puedo aquí dejar de pensar en la paternidad.

Modelos. Experiencias. Ensayo y error. Vidas entregadas y gastadas en abrir caminos no siempre conducentes.

Observo la historia entonces con la mayor objetividad que mi subjetividad me permite, y sin intentar (por favor no) creer que conozco la verdad, miro los hechos negativos buscando en ellos también las oportunidades de cambio que representan de ahora en adelante para mi vida.

La vida del otro, entonces, es para mí camino.

Mucho de lo hecho, dicho, acertado o errado, es para mí aprendizaje.

Su vida agotada de presente, es ahora para mí, vida nueva en propuestas nuevas.


Decía al principio, somos lo que hay y eso es un tesoro.

Dios nos ilumine para ver en cada uno ese tesoro.

Dios nos ilumine para que podamos crecer en el compromiso.

Dios nos ilumine para que asumamos nuestros roles poniendo en ellos la vida.

Dios nos ilumine para que seamos signos de conciliación y reconciliación; para que nunca callemos y busquemos la verdad; para que la primera persona siempre sea un “vos”; para que abramos caminos; para que sepamos volver cuando nos equivocamos…Dios, hoy desde la Pascua de Néstor y mañana desde las enésimas Pascuas, nos siga iluminando.

No se si todo esto es lo que “había” que decir o pensar hoy, pero sí, tengo la certeza que es lo que me trajo paz, por eso lo comparto.